Se escucha mucho decir a escritores, publicistas, bibliotecarios y otros trabajadores de las letras que la revolución digital no cambia la naturaleza de la escritura. La plataforma, el medio, es solo eso, un apoyo. No sé, ni espero saber, por ahora, si estoy de acuerdo.
En cambio, lo que sí ha cambiado son los hábitos de lectura (¿pueden separarse éstos de la escritura?). Las formas y el alcance de la palabra escrita han sido expandidas hasta el absurdo. Ella tapiza prácticamente cada rincón de nuestra existencia. Por eso, cabe plantearsa la incertidumbre del lugar de la palabra en un presente y futuro de saturación y bombardeo informativo.
En este escenario, la lectura de formato largo también se ve afectada. Ya no hay textos pesados sino largos. La lectura ha sido despojada del áspero y cálido contacto papel-piel. El paso de las páginas se ha vuelto una pirueta fría y silenciosa, realizada por un dedo índice mudo.
En cambio, lo que sí ha cambiado son los hábitos de lectura (¿pueden separarse éstos de la escritura?). Las formas y el alcance de la palabra escrita han sido expandidas hasta el absurdo. Ella tapiza prácticamente cada rincón de nuestra existencia. Por eso, cabe plantearsa la incertidumbre del lugar de la palabra en un presente y futuro de saturación y bombardeo informativo.
En este escenario, la lectura de formato largo también se ve afectada. Ya no hay textos pesados sino largos. La lectura ha sido despojada del áspero y cálido contacto papel-piel. El paso de las páginas se ha vuelto una pirueta fría y silenciosa, realizada por un dedo índice mudo.