Vivimos en una época que quedará mejor documentada que cualquier otra en la historia de la humanidad. Pero en vez de mejor, ¿habrá que decir simplemente: “más”? El ser humano se mira en fotos, videos e ideas y al hacerlo, corre el horrible riesgo de deshumanizarse, aun pretendiendo llenarse. En una dinámica cuasi-quijotesca, a diario salimos a la vida buscando encontrar allí lo que miramos en el teléfono, en la red pegadiza que es Internet. La realidad virtual nos transporta y nos condiciona y nuestros ojos quedan ligados a ese tintineo constante (y adictivo) de luces, imágenes y voces.
Tal vez un ejemplo de esta saturación de la memoria, aparece en el terreno de los recuerdos de la infancia. No tengo que decirles, ya lo han visto, cada día, miles de padres y madres empapelan (empapelamos) sus perfiles, y rellenan sus galerías, con fotos de los niños. Niños que crecen viéndose permanentemente representados. Y a la hora de generar archivos familiares, los productores del recuerdo se hunden en gigas de fotos que nunca alcanzarán a organizar. Esta generación crecerá entre cámaras e imágenes y con una visión hiperbólica de su rol en la realidad.
Y por último, me surge detenerme ante la redefinición del misterio en la edad teconológica. Parecería que hay un "todo" que ha quedado resulto, al menos en apariencia. La gran enciclopedia universal con la letra G responde (o anula) sueños e inquietudes. O si no puede hacerlo, ofrece llevar al navegante a algún oasis de sentido en el que distraerse de la pregunta primera con la que aquél empezó su viaje.
Tal vez un ejemplo de esta saturación de la memoria, aparece en el terreno de los recuerdos de la infancia. No tengo que decirles, ya lo han visto, cada día, miles de padres y madres empapelan (empapelamos) sus perfiles, y rellenan sus galerías, con fotos de los niños. Niños que crecen viéndose permanentemente representados. Y a la hora de generar archivos familiares, los productores del recuerdo se hunden en gigas de fotos que nunca alcanzarán a organizar. Esta generación crecerá entre cámaras e imágenes y con una visión hiperbólica de su rol en la realidad.
Y por último, me surge detenerme ante la redefinición del misterio en la edad teconológica. Parecería que hay un "todo" que ha quedado resulto, al menos en apariencia. La gran enciclopedia universal con la letra G responde (o anula) sueños e inquietudes. O si no puede hacerlo, ofrece llevar al navegante a algún oasis de sentido en el que distraerse de la pregunta primera con la que aquél empezó su viaje.