Hace justo un año llevé a mi hija al cumpleaños de una amiga. Al llegar nos anunciaron que habría una invitada especial. Habíamos estado ya en cumpleaños con Cenicienta y con Blancanieves así que pensé tal vez que sería Pocahontas o Dora la exploradora. Esperé y contemplé impactada cómo la reencarnación de Mary Poppins llegaba, reproducida a la perfección, y magnetizaba a la audiencia con sus historias fascinantes y su música pegadiza.
A partir de ese encuentro, Mary Poppins empezó a aparecer con su paraguas y su bolso lleno de sorpresas en cada vez más conversaciones. Una amiga con ganas de buscar una solución alternativa para el cuidado de sus hijas, me decía: “Busco a una Mary Poppins”. Una proposición ambiciosa pero suficientemente ilustrativa.
Hace un par de semanas, al estudiar la cartelera de cine me encontré con “Saving Mr Banks” y comprendí que el revival de la niñera londinense era indiscutible. La película, que interesará a todo el que tenga simpatías con Walt Disney, hace un excelente trabajo de perpetuar a Poppins y darle un encanto todavía mayor al desvelar la historia detras de la película: un libro y una autora obsesionada por fijar al personaje en los límites de su creación.
¿Qué explicará este fenomeno? Por un lado, la historia de los Banks se sitúa en la segunda década del siglo veinte, por otro, se cumplen este año cincuenta años del estreno cinematográfico. Los aniversarios pesan. Pero no todos los personajes vuelven así, con esta fuerza y apelando a públicos tan distintos, como los de un cumpleaños infantil y los de una comedia dramática.
Mary Poppins fascina hoy como en los sesenta porque hace visible y atractiva la experiencia de cuidado. El verbo "cuidar" en inglés se traduce como care y tiene en ese idioma un significado más amplio que en el español: prestar atención con cariño. Esta niñera no solo se ocupa sino que se preocupa. Encarna la capacidad de afrontar una situación complicada de tensión familiar (en eso se parece mucho a la Julie Andrews de “The sound of music”) cambiando la conversación, cambiando el lenguaje supercalifragilisticexpialidousamente y ponerse a la par de ricos y pobres, ancianos y niños y ofrecerles una mirada dulce y esperanzadora.
En una sociedad que ha dejado de reconcer la necesidad acuciante de cuidado que tienen los más débiles, o que pone un precio infinitamente alto a esa tarea, esta heroína inesperada aparece como un cambio de viento tan sorpresivo como amable.
A partir de ese encuentro, Mary Poppins empezó a aparecer con su paraguas y su bolso lleno de sorpresas en cada vez más conversaciones. Una amiga con ganas de buscar una solución alternativa para el cuidado de sus hijas, me decía: “Busco a una Mary Poppins”. Una proposición ambiciosa pero suficientemente ilustrativa.
Hace un par de semanas, al estudiar la cartelera de cine me encontré con “Saving Mr Banks” y comprendí que el revival de la niñera londinense era indiscutible. La película, que interesará a todo el que tenga simpatías con Walt Disney, hace un excelente trabajo de perpetuar a Poppins y darle un encanto todavía mayor al desvelar la historia detras de la película: un libro y una autora obsesionada por fijar al personaje en los límites de su creación.
¿Qué explicará este fenomeno? Por un lado, la historia de los Banks se sitúa en la segunda década del siglo veinte, por otro, se cumplen este año cincuenta años del estreno cinematográfico. Los aniversarios pesan. Pero no todos los personajes vuelven así, con esta fuerza y apelando a públicos tan distintos, como los de un cumpleaños infantil y los de una comedia dramática.
Mary Poppins fascina hoy como en los sesenta porque hace visible y atractiva la experiencia de cuidado. El verbo "cuidar" en inglés se traduce como care y tiene en ese idioma un significado más amplio que en el español: prestar atención con cariño. Esta niñera no solo se ocupa sino que se preocupa. Encarna la capacidad de afrontar una situación complicada de tensión familiar (en eso se parece mucho a la Julie Andrews de “The sound of music”) cambiando la conversación, cambiando el lenguaje supercalifragilisticexpialidousamente y ponerse a la par de ricos y pobres, ancianos y niños y ofrecerles una mirada dulce y esperanzadora.
En una sociedad que ha dejado de reconcer la necesidad acuciante de cuidado que tienen los más débiles, o que pone un precio infinitamente alto a esa tarea, esta heroína inesperada aparece como un cambio de viento tan sorpresivo como amable.